Escritos de Bus...
La Silla Mecedora
Mientras observaba la calle polvorienta desde su mecedora en la entrada de su solitaria casa, los niños locos detrás de una rota pelota de trapo corren embravecidos con energía inagotable.
El calor ahogante provocaba pequeñas y frías gotas de sudor que bajaban por la arrugada frente de quien ocupaba aquella oxidada y antigua silla de ir y venir.
El mejor refresco de esperar era la brisa que baja con pocos ánimos de la sabana. El viejo allí sentado no optaba por más que esperar al mundo dar su vuelta completa.
El mismo día que la vieja silla dejó de moverse, ese mismo día la brisa no quiso llegar. La silla fue pero no regresó. Ahora la pelota de trapo dejó de rodar.
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