Arrebatos...
El último apaga la luz
En cuestión de treinta días ya está el saco terminado. No importa el frio ni las razones por las cuales no estemos cómodos, todo gira en torno a vivir.
En aquella casa fría en la mitad de la montaña habitan personas. Cinco minutos antes de llegar por el camino de herradura, se pueden observar las dos luces del patio frontal que limita con la entrada. Al llegar allí los primeros en hacer la bienvenida son los bien alimentados caninos vigilantes que huelen hasta reconocer el mínimo rastro de familiaridad, sino, no ingresas completo. L a otra opción es que reciban la orden de quien los alimenta para que bajen la guardia, aunque si se es extraño, esta tregua será transitoria, temporal y hasta letal.
Si puede ingresar, hágalo rápido, no mire para donde los otros no estén mirando, puede que sólo usted alcance a ver lo que no quiere ver y se sentirá solo. Entre, bien pueda, no muestre el miedo. Si siente que algo lo rozó, fue un bicho nocturno, si siente un frio extraño, no se preocupe, es sólo el “sereno” de las zonas montañosas. La recomendación es buscarle la lógica a todo, sino...se lo lleva el chucho.
Si permanece un día, será chévere, dos días serán excitantes, tres días paradójicos y cuatro…no contemplo la posibilidad. En todo caso vaya, ¡no se desanime! Búsquele a la vida las situaciones que lo hagan sentir diferente. Haga de cuenta que se montó al bus que no era pero como tiene tiempo, va a conocer y se volverá a bajar donde crea que esté otra vez ubicado.
Si le ofrecen un trago de aguadulce, acéptelo. Beba en sorbos cortos aunque no lo disfrute, por lo menos para que dé a pensarlo. Nunca parezca desocupado, abra las ventanas, toque las cosas con mesura, créase boy scout, explore todos los rincones de este sitio, o mejor, siéntese a ponerle conversación a la dueña de la casa. Normalmente, luego de la cena, se sienta a tejer un saco medio feo a la luz de la vela. Si ella le quiere responder, le hablará entre dientes porque en la boca siempre sostiene la otra aguja capotera. Si no entiende por qué dos agujas, le recomiendo no pregunte, pues a todos los ha dejado con la pregunta en la boca – será que la aguja no la deja responder-.
¡Anímese pues! Que no le suene esto a misterio o relato de terror. Mejor que le suene a algo diferente, pero no malo. No le de miedo, quien quita que le guste tanto que quiera quedarse hasta que terminen el saco.
Más o menos, ella le dirá que le faltan treinta días de tejer. Apenas es para un saco grueso que le ayude a soportar el frio de la madrugada. Ese saco es para el que lo quiera, si se atrevió a preguntar cuándo lo terminará, espontáneamente se lo estará auto regalando, cosa que tendrá que aceptar porque si se retracta, estará siendo un grosero y malagradecido.
Así es mi querido potencial visitante de ese exótico lugar, que pise bien pisadito, pues hay mucha mina, casi siempre sembradas por Lalo, el labrador cachorro que le coge más cariño a quien le muestra más miedo.
A recoger cabitos para las noches en vela. Haga rayitas en la pared para que cuente los días que le falten al saco. Todas las noches analizarás cuánto le falta a las mangas o al cuello, y cuando le empiece a ver una forma aproximada, anímese, porque ya lo está viendo a medio acabar.
Mucho cuidado, porque el hilo se puede acabar. Entonces hay que buscarle solución. Esa aguadulce ya ni sabe a nada, y ese frio todavía lo encoge por las noches como cuando se quema una bolsa.
De repente usted está sentado, leyendo a la luz de la vela, tiene cayos en las manos y a veces siente bochorno. Cuando ya no se cree sino que es boy scout, entonces esa señora llegará con el saco y le pedirá que lo pruebe.
En usted está pedir que le cojan más de mangas o le suelten de espalda. Yo siendo usted lo acepto así.
¿Será que la vida es esperar a que terminen el saco? Puede que sí, pero siempre habrá la posibilidad de elegir esperar su perfección o aceptar tal cual su hechura.
Y si el berraco frio lo encoge, la soledad le da temor, y Lalo le deja obstáculos, qué importa(!), si de todas maneras va a esperar el dichoso saco.
Que no le dé miedo de esa señora, porque a mí me dio miedo y terminé estrenando saco. Treinta días, una maleta y aguadulce para el camino, herradura abajo, cinco minutos después, va a observar las dos luces del patio frontal que limita con la entrada hacia atrás. Respire profundo y mire al frente.
En ese momento, le puedo asegurar que antes de salir de la casa, lo único que pudo pronunciar con naturalidad y frescura, fue lo siguiente, dos puntos y abro comillas, el último apaga la luz.
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